Así que no me interesa cambiar tu ira; sería como podar las ramas de un árbol con la esperanza de que el árbol desaparezca algún día.
De ahí que vuestros llamados santos sean las personas más impuras del mundo, unos farsantes. Sí, vistos desde fuera parecen muy santos: demasiado santos, como sacarina, demasiado azucarados, empalagosos, repugnantes.
La gente normal y corriente se enfada de vez en cuando, y esa ira es fugaz, momentánea.
Cambiar tu carácter es fácil; la verdadera tarea consiste en cambiar tu consciencia, en hacerte consciente, más consciente, más intensa y apasionadamente consciente.
CUANDO ERES consciente resulta imposible enfadarse, resulta imposible ser avaricioso,envidioso,ambicioso.
Y cuando desaparecen la ira, la ambición, la envidia, el sentimiento de posesión, el deseo, se desata toda la energía que los acompaña. Esa energía se transforma en dicha. Y entonces no llega del exterior, sino que ocurre en el interior de tu ser, en lo más recóndito de tu ser.
Y cuando accedes a esa energía te conviertes en un campo receptivo, en un campo magnético. Atraes el más allá cuandote conviertes en un campo magnético, cuando se reúne, cuando se junta en tu interior toda la energía que desperdicias
inútilmente en tu inconsciencia.
Cuando te transformas en un lago de energía, empiezas a atraer a las estrellas, empiezas a atraer el más allá, el paraíso mismo.
Y en el punto de encuentro de tu consciencia con el más allá es donde surge la dicha, la verdadera felicidad.
No sabe nada de infelicidades; es pura felicidad.
No sabe nada de la muerte; es pura vida.
No sabe nada de la oscuridad; es pura luz, y saber es la meta.
Buda Gautama iba en su busca y un día, tras seis años de lucha, lo logró.
Tú también puedes lograrlo, pero he de recordarte una cosa: al decir que puedes lograrlo yo no estoy despertando el deseo de que lo hagas. Simplemente constato un hecho: que si te conviertes en un estanque de inmensa energía, sin dejarte distraer por nada mundano, ocurre. Es más algo que ocurre que algo que se hace.
Y es mejor llamarlo dicha que felicidad, porque la felicidad da la sensación de algo parecido a lo que conoces como felicidad.
Lo que conoces como felicidad no es sino un estado relativo.
OSHO